Luis de Góngora y Argote causó un impacto entre los miembros de la Generación del 27, que celebraron su tercer centenario de su muerte en 1627, de ahí el número de la Generación, de Góngora sabemos sencillamente que es el maestro de las metáforas de la poesía. De él conocemos su retrato hecho por Velázquez, un retrato algo extraño y un poco áspero pero con la magistral descripción de Dámaso Alonso, uno de los componentes de la dicha generación, es la introducción del libro "Góngora y el gongorismo" pero antes, quiero resaltar el problema de la persona lectora, muchas veces leemos y nos damos cuenta de que desconocemos las palabras en concreto y pasamos de esta palabra sin saber su significado y seguir leyendo como si nada, es el principal y básico error que cometemos, porque cada palabra varía, afecta y, sobre todo, importa, si entendemos a la perfección cada palabra, disfrutaremos más y lo mejor, enamorar de la lectura, que es el deber del lector, casi siempre que yo lea un libro tengo a mi lado un diccionario para consultar palabras que desconozco y no me da vergüenza, no solo desconoces sino que te aporta más conocimientos y de la riqueza de la lengua castellana. Antes de que Dámaso lo describa, veamos el retrato de Góngora (para ampliar, clic en la imagen)
| "Luis de Góngora y Argote" Velázquez |
Áspero ¿no? Dámaso Alonso, por favor, muéstrenos tu gran descripción del retrato hecho por Velázquez (a partir del segundo párrafo) Os acompaño a leer y a entender palabras “difíciles” enlazando al diccionario de la Real Academia Española clicando la palabra.
"La biografía ha sido, en general, un modo de engañar al lector. El biógrafo se cree en el deber de fingir que lo sabe todo. O casi todo, porque alguna rara vez confesará una ignorancia. Lo confesará para que resalte más su sabiduría en todo el resto. Si no fuera un mentiroso, cualquier biógrafo debería empezar por decir que de su biografiado lo ignora todo: que tiene en las manos unas pequeñas vislumbres, y que su empeño loco es, con escasísimos retazos, reconstruir la larga cinta cinematográfica de una vida.
En el caso de Góngora, todo parece comenzar bien. Poseemos su retrato. Sabemos que le retrató Velázquez cuando el poeta tenía 61 años. Tenemos varias réplicas. ¿Cuál fue la que pintó Velázquez? A mí el retrato que más me gusta es, sin disputa –a pesar de la discutible restauración—, el de Boston. ¡Menuda suerte poseer la vera effigies del hombre que buscamos, y pintada por tal maestro! De primera impresión adivinamos un hombre duro, irónico, desdeñoso. Una contemplación más atenta nos descubre algunos rasgos de ternura y algunos signos de decadencia. Terrible ceño que casi le forma un cuatro, con esas dos imperiosas rayas verticales. La boca exacerba aún la sensación de dureza y desdén: ese surco, vertical casi, en la comisura izquierda; todo el labio inferior se diría que va a comenzar un movimiento hacia la derecha, como un mohín desdeñoso. Miremos los ojos: miremos despacio, penetrando poco a poco, en lo que nos quieren comunicar. Lo primero que hacen es inquirir; en seguida, desdeñan; después casi llegan a sonreírnos con humor; descubrimos, en fin, ese terrible abandono, ese emocionante desvalimiento de la criatura humana."
Dámaso Alonso, Góngora y el gongorismo.
Habéis cambiado vuestro juicio (significado nº 3) de valor (significado nº 3) la impresión que teníais con el retrato de Luis ¿no? Grande Dámaso, grande. Disfrutemos de nuevo apreciando el majestuoso retrato pintado por Velázquez junto a la descripción milimétrica de Dámaso.
Fdo. Manu, que dedica esta entrada a L.V.F-Q., mi profesora de Lengua Castellana y Literatura en todo el Bachillerato, una buena y gran amante de la poesía y, sin duda, admiradora de la Generación del 27.



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