jueves, 27 de enero de 2011

Antes justo y crítico que sordo


“Antes justo y crítico que sordo”, ésa es la frase que suelo utilizar antes de entrar en un debate sobre  una determinada cuestión acerca de la comunidad sorda.

Hoy fui con un amigo y unas intérpretes. Precisamente una de ellas me avisó de la existencia de la conferencia, que se daba en la Tabacalera, centro social autogestionado en la antigua fábrica de tabacos de Lavapiés. Curioso edificio, al entrar te sientes okupa: edificio desbaratado, descompuesto, con pintadas en las paredes, grietas, azulejos rotos, colillas repartidas por los suelos, sillas de ataño, carteles desgastados, viejos, y originales, difícil de verlos en otros lugares, los vientos se infiltran entre las ventanas con salpicaduras de borrón, bombillas de distintos tamaños y  colores, cortinillas gruesas y típicas de una tienda de carnicería de la calle de tu pueblo, de las que no hay. Daba la sensación de adentrarse en una película de terror, de ésas en las que una rubia siempre es la primera víctima mortal, causada por el malo de la peli. Ah sí, litros, litros, litros de sangre. Faltan muchas cosas por describir pero no soy Galdós. A continuación hablaré sobre lo sucedido en la conferencia.

El punto a destacar es la masiva asistencia en la conferencia, sorprendente, a pesar del traslado desde la sala típica de juntas hasta una especie de auditorio (sin sillas, claro) o, simplemente, escena de teatro aunque el estrado sea algo poco espacioso. Trasladamos sillas de allá para acá.

“Comunidad Sorda” se titula. Comienzan, sacando varios temas introductorios sobre la sordera como la anatomía del oído, las posibilidades de oír por medio de audífonos, implantes cocleares, bucles magnéticos, etcétera. 
Me llamó la atención un asunto en la cual considero bastante grave para la sociedad actual: el problema de la lectura y escritura. En parte, es cierto que a las personas sordas les es arduo tal procedimiento puesto que ellas carecen de escucha, lo que implica dificultad de la escritura, compresión lectora y, sobre todo, la gramática.
“¡No me gusta la Lengua!” dirían los niños sordos. De hecho, tuve dificultades en la compresión lectora, y en expresarme, reflejándolo en el papel. Me llevó años en dominar este complejo medio y ni siquiera lo hago ahora, pues tengo errores gramaticales.
¿Qué hacemos? Aprenderlas. ¿Qué nos cuesta? Varios años, pero es imprescindible. Así que, o escribes y lees bien o te pierdes en este enrevesado mundo.

Conozco varios sordos. Hablando en LSE puedo descubrir sus caracteres, sus estilos, sus inteligencias, perfecto. Sin embargo, al hablar vía chat o vía otros medios como los SMS, me doy cuenta de que les cuesta escribir, como dicen la mayoría: “hablar en indio”. ¡Qué rabia me da al descubrir que sea inteligente y le cuesta escribir!
Al final, la persona sorda tiene, no, perdón, DEBE aprender a leer y escribir correctamente.

Después de esto, subía al estrado una señora bastante influyente en la comunidad sorda. Sacó el asunto sobre la lectura de labios. Le molesta que los oyentes le pregunten que si sabe leer labios para entablar un diálogo, por ejemplo, con un vendedor o un camarero, por lo que el emisor tendría que estar atento a los labios del receptor, de igual forma tendría que hacer el receptor para responder al emisor. Opina que los sordos no deberíamos gesticular labialmente ni que nos enseñen a leer los labios.
Menuda gilipollez ha soltado esa mujer. ¡¿En qué se basa?! ¡¿Opinión personal?! ¡Nooo! Primero ¿¿¿ desde cuándo nos enseñaron a leer los labios??? Muchos oyentes me preguntaron cómo aprendí a leerlos, mi respuesta era sencilla y sincera: “No lo sé.”
Esto da que pensar, me crié con padres sordos provenientes de familias oyentes. ¿Cómo los aprendí? ¿Naturaleza? ¿Instinto? Puede ser. Mis padres nunca me dijeron que les leyera los labios sino que les viera sus caras. De alguna manera, enfoco mis ojos a los labios y ya está.  Después, a los 3 años, me doy cuenta de que los sordos leemos los labios y que dependemos de esto. Sobre la LSE, la aprendí de una forma natural dialogando con mis padres y otros niños sordos. Sí, la lectura de los labios también se aprende de un modo natural.
Tiene gracia lo que dijo la señora, que deberíamos cerrar los labios y comunicarnos con los demás, sin importar si es sordo u oyente, en LSE. Esto irónicamente daría fundamento al apelativo que suelen usar los oyentes, “sordomudos”, algo que ofende a los sordos (incluyéndome a mí), obviamente. ¿Movemos los labios o cerramos la boca? Simplemente, eso perjudica también a la persona sorda que pretenda enriquecer su castellano.
¡¿No les es suficiente que el receptor tenga paciencia al hablar con la persona sorda?! A este paso, tendremos mala imagen con sus surrealistas exigencias. No puedo decir “nuestras” sino “sus” porque no me identifico con ellos…

Sobre comunicar en LSE al receptor oyente, a mí me parece positivo ya que permite al oyente descubrir y aprender algo pero, por lo menos, decirlo con voz, sea lo bajinis o mal vocalizada (yo no lo hago bien). Por lo que me parece execrable es comunicar indiscriminadamente en LSE, sin emplear la voz o mover los labios.

“¡El siguiente!”
Entra una persona con traje, bien vestido, cortés, educado. Se sienta.
“He visto tu currículum, puedo ofrecerte un puesto de…” - Interrumpe el candidato.
-
“¿Cómo?
-
“¿No puedes hablar?”
-
“Lo siento, no te contrataremos.” - El candidato se marcha decepcionado y frustrado.

Esto es lo que pasaría, yo sé que la persona que lee estas líneas diga que me estoy excediendo, sacar cosas fuera del contexto pero… precisamente es lo que dice aquella señora. Piénsalo.

Lo que más me preocupa es el autoaislamiento de los sordos: están cerrándose posibilidades y esto no es bueno porque son ellos mismos quienes salen perdiendo. Una empresa española tampoco contrataría a un catalán/vasco/gallego insistente con su lengua. Saldrían perdiendo, salvo en empresas en donde permitan dichas lenguas. Lo mismo pasa con la LSE en empresas relacionadas en los sordos como en la Federación, la CNSE, etcétera… Ah, no, la FIAPAS ni en sueños. Tengo ganas - no me gusta insultar porque no tiene fundamento y es una estupidez - de subir al estrado y decirle lo que dijo Gutmaro: “Desayuna bien, por favor”.

Otro punto. El Estado español ofrece ayudas como la famosa pensión de discapacidad, para la que se necesita, mínimo, un grado de 65%. Era un “boom”, aprovechado por varios sordos, entre ellos los de mis amistades y sus amigos. Muchos de ellos, quienes tienen un grado que oscila entre 40% y 60%, fueron a hacerse la prueba de evaluación de discapacidad con la intención de subir el grado y así cobrar la pensión. En parte, es positiva esta ayuda ya que no muchos están en buena situación económica. Lo que no es ético, al menos para mí, es hacerse el tonto para que te suban el grado y cobrar una pequeñez que se fundiría en pocas semanas, mientras hay personas que agradecen mucho más "esta miseria". Tengo un amigo mío sordo, oralista. No le gusta la LSE ni nada relacionado con la comunidad sorda pero quiere beneficiarse de la pensión. No tienes ni idea de las ganas que tuve de destrozarle, pero me reprimo. Le pregunté si tiene algún problema con la familia o en lo económico. Me dijo que para nada, solo para sacar unas pelas para gastar en los findes y todo esto.

-“Jajaja, venga hombre, en serio.” - dije
“Que sí, ¿por qué no?”
-“¿Pero en qué te basas? Sabes que hay muchos que lo merecen.”
“Ya, pero da igual, ¿Y tú por qué no te haces la prueba? además vienes de padres sordos, colará.”
-“Es posible, tengo un 46%, el de mis padres un 55% más o menos, que yo sepa.”
“Pues aprovecha.”  
-“Sabes que esto es ilegal…” - maticé

Después de varios días, volvimos a hablar y le pregunte qué tal le salió la prueba de evaluación de discapacidad. Me respondió que al final no la hizo. No me explicó el motivo ni pedí explicaciones, me alegró esto. Me da mucha rabia de que hayan aprovechados cuando hay gente que lo necesita mucho más que para gastarse en tonterías. ¿Discriminación positiva? Se llama así.

Vuelvo al tema de la señora. Aparte del autoaislamiento que se están produciendo cada vez más. Muchos, los oyentes, creen que los sordos somos mentalmente retrasados y no es cierto, el hecho de que escriba en indio, rígido, inflexible en la actitud, probablemente tengan razón. Sorprende bastante las exigencias que piden ellos, porque son privilegios, y los privilegios crean tensiones. Además la vida es dura y ya está.
Resulta irónico esto, los sordos llevan toda la vida intentando “derribar barreras”, pues ¡sorpresa! Acaban de levantar una barrera y no parece que estén dispuestos a derribarlos, esa barrera se llama “versatilidad”.

En varios aspectos de la vida, la versatilidad siempre es útil. Por ejemplo, en el ámbito deportivo, cada jugador tiene su posición pero puede adaptarse en otras que no son suyas, siendo esto positivo para el equipo. De igual forma para con las personas, una que sepa catalán por la zona que nació y creció tiene muchísimas posibilidades de saber también el castellano, idioma predominante en este país, le costará poco en aprender lenguas romances como la francesa, la italiana, la portuguesa. Esto se llama versatilidad. De igual forma debería pasar con los sordos: saber hablar con voz, da igual si no vocaliza bien; escribir de una forma correcta; comprender la lectura; y hablar en LSE. Con esto, no se pierde nada. Sé que es muy difícil pero nada es imposible.

Por último, me indigna la mentalidad que se está creando entre los sordos. Como decía al principio de este ensayo, “Antes justo y critico que sordo”. No puedo aceptar una mentira que contradice mi razón y mis principios. Sé que muchos están en mi contra pero me alegra mucho de ser fiel a mis principios y saber que una minoría está de mi parte. Pero no busco aprobación, aplausos, reconocimientos, apoyos, simplemente quiero expresar sobre lo ocurrido y manifestar mis críticas sobre el asunto. Me da miedo la fidelidad ciega que tiene la persona sorda en sus líderes sordos, que no sueltan más que chorradas. Quisiera continuar hablando sobre el papel de los ILSE pero carezco de información ¿No os parece raro esto?
Salí del edificio con un sentimiento inesperado: la impotencia.



Fdo. Manu, exaltado al escribir este artículo.

Casa de Tudor

La Casa de Tudor es, sin duda, una de las familias reales más conocidas de la monarquía europea, presentando grandes figuras como el archiconocido rey Enrique VIII, tuvo seis esposas y se enfrentó a la Iglesia (Cisma Anglicano) o la gran reina Isabel I, convirtió Inglaterra en un poderoso reino y causó grandes quebraderos de cabeza al grandioso Imperio español de los Austrias (el desastre de la Armada Invencible). Toda gran familia real tiene por detrás una oscura trama y conspiraciones que no suelen salir a la luz o no dan importancia en los libros de Historia de Inglaterra (o también de Reino Unido), aprovechando el auge del éxito de la serie "The Tudors" (Los Tudor), han traducido libros sobre la familia Tudor en concreto a varios idiomas, han vendido muchos libros, no sabría deciros qué mejor libro cuenta sobre esta familia, hay muchos libros buenos, recomendaría al menos leer cinco libros distintos sobre los Tudor, preferiblemente a partir de escritores británicos y si son historiadores serios, mejor (Cuidado, no vayamos a encontrar a un César Vidal o un Pío Moa inglés).

Hay otra manera mejor de conocer de los Tudor, insisto, la serie de TV "The Tudors" es bastante buena, con grandes actores, hacen buen papel en sus personajes respectivos. Voy a empezar a profundizar sobre ella, es una serie histórica y dramática que está ambientada en el siglo XVI que narra el reinado y los matrimonios del rey Enrique VIII. Ansioso de poder y dado a las aventuras amorosas, el joven monarca gobernaba su reino igual que vivía su vida: sin piedad y sin control. Una historia nunca contada del tirano y sus excesos, cuyo reinado estuvo marcado por la traición y las intrigas. Como tal reza el rótulo de la serie: "Piensas que conoces la historia, pero sólo sabes cómo termina. Para llegar al corazón de la historia, tenemos que volver al principio…"

Recibió buenas críticas y deberíamos seguir el ejemplo de esta serie, da ganas de ver una serie que relate sobre los Austrias españoles por ejemplo. ¿A qué esperáis para ver esta magnífica serie? Os dejo dos openings de la Temporada I y Temporada II respectivamente.




Fdo. Manu, cada vez más atraído por la Casa de Tudor.

sábado, 22 de enero de 2011

Antes justo y crítico que sordo

“Antes justo y crítico que sordo”, ésa es la frase que suelo utilizar antes de entrar en un debate sobre  una determinada cuestión acerca de la comunidad sorda.

Hoy fui con un amigo y unas intérpretes. Precisamente una de ellas me avisó de la existencia de la conferencia, que se daba en la Tabacalera, centro social autogestionado en la antigua fábrica de tabacos de Lavapiés. Curioso edificio, al entrar te sientes okupa: edificio desbaratado, descompuesto, con pintadas en las paredes, grietas, azulejos rotos, colillas repartidas por los suelos, sillas de ataño, carteles desgastados, viejos, y originales, difícil de verlos en otros lugares, los vientos se infiltran entre las ventanas con salpicaduras de borrón, bombillas de distintos tamaños y  colores, cortinillas gruesas y típicas de una tienda de carnicería de la calle de tu pueblo, de las que no hay. Daba la sensación de adentrarse en una película de terror, de ésas en las que una rubia siempre es la primera víctima mortal, causada por el malo de la peli. Ah sí, litros, litros, litros de sangre. Faltan muchas cosas por describir pero no soy Galdós. A continuación hablaré sobre lo sucedido en la conferencia.

El punto a destacar es la masiva asistencia en la conferencia, sorprendente, a pesar del traslado desde la sala típica de juntas hasta una especie de auditorio (sin sillas, claro) o, simplemente, escena de teatro aunque el estrado sea algo poco espacioso. Trasladamos sillas de allá para acá.

“Comunidad Sorda” se titula. Comienzan, sacando varios temas introductorios sobre la sordera como la anatomía del oído, las posibilidades de oír por medio de audífonos, implantes cocleares, bucles magnéticos, etcétera. 
Me llamó la atención un asunto en la cual considero bastante grave para la sociedad actual: el problema de la lectura y escritura. En parte, es cierto que a las personas sordas les es arduo tal procedimiento puesto que ellas carecen de escucha, lo que implica dificultad de la escritura, compresión lectora y, sobre todo, la gramática.
“¡No me gusta la Lengua!” dirían los niños sordos. De hecho, tuve dificultades en la compresión lectora, y en expresarme, reflejándolo en el papel. Me llevó años en dominar este complejo medio y ni siquiera lo hago ahora, pues tengo errores gramaticales.
¿Qué hacemos? Aprenderlas. ¿Qué nos cuesta? Varios años, pero es imprescindible. Así que, o escribes y lees bien o te pierdes en este enrevesado mundo.

Conozco varios sordos. Hablando en LSE puedo descubrir sus caracteres, sus estilos, sus inteligencias, perfecto. Sin embargo, al hablar vía chat o vía otros medios como los SMS, me doy cuenta de que les cuesta escribir, como dicen la mayoría: “hablar en indio”. ¡Qué rabia me da al descubrir que sea inteligente y le cuesta escribir!
Al final, la persona sorda tiene, no, perdón, DEBE aprender a leer y escribir correctamente.

Después de esto, subía al estrado una señora bastante influyente en la comunidad sorda. Sacó el asunto sobre la lectura de labios. Le molesta que los oyentes le pregunten que si sabe leer labios para entablar un diálogo, por ejemplo, con un vendedor o un camarero, por lo que el emisor tendría que estar atento a los labios del receptor, de igual forma tendría que hacer el receptor para responder al emisor. Opina que los sordos no deberíamos gesticular labialmente ni que nos enseñen a leer los labios.
Menuda gilipollez ha soltado esa mujer. ¡¿En qué se basa?! ¡¿Opinión personal?! ¡Nooo! Primero ¿¿¿ desde cuándo nos enseñaron a leer los labios??? Muchos oyentes me preguntaron cómo aprendí a leerlos, mi respuesta era sencilla y sincera: “No lo sé.”
Esto da que pensar, me crié con padres sordos provenientes de familias oyentes. ¿Cómo los aprendí? ¿Naturaleza? ¿Instinto? Puede ser. Mis padres nunca me dijeron que les leyera los labios sino que les viera sus caras. De alguna manera, enfoco mis ojos a los labios y ya está.  Después, a los 3 años, me doy cuenta de que los sordos leemos los labios y que dependemos de esto. Sobre la LSE, la aprendí de una forma natural dialogando con mis padres y otros niños sordos. Sí, la lectura de los labios también se aprende de un modo natural.
Tiene gracia lo que dijo la señora, que deberíamos cerrar los labios y comunicarnos con los demás, sin importar si es sordo u oyente, en LSE. Esto irónicamente daría fundamento al apelativo que suelen usar los oyentes, “sordomudos”, algo que ofende a los sordos (incluyéndome a mí), obviamente. ¿Movemos los labios o cerramos la boca? Simplemente, eso perjudica también a la persona sorda que pretenda enriquecer su castellano.
¡¿No les es suficiente que el receptor tenga paciencia al hablar con la persona sorda?! A este paso, tendremos mala imagen con sus surrealistas exigencias. No puedo decir “nuestras” sino “sus” porque no me identifico con ellos…

Sobre comunicar en LSE al receptor oyente, a mí me parece positivo ya que permite al oyente descubrir y aprender algo pero, por lo menos, decirlo con voz, sea lo bajinis o mal vocalizada (yo no lo hago bien). Por lo que me parece execrable es comunicar indiscriminadamente en LSE, sin emplear la voz o mover los labios.

“¡El siguiente!”
Entra una persona con traje, bien vestido, cortés, educado. Se sienta.
“He visto tu currículum, puedo ofrecerte un puesto de…” - Interrumpe el candidato.
-
“¿Cómo?
-
“¿No puedes hablar?”
-
“Lo siento, no te contrataremos.” - El candidato se marcha decepcionado y frustrado.

Esto es lo que pasaría, yo sé que la persona que lee estas líneas diga que me estoy excediendo, sacar cosas fuera del contexto pero… precisamente es lo que dice aquella señora. Piénsalo.

Lo que más me preocupa es el autoaislamiento de los sordos: están cerrándose posibilidades y esto no es bueno porque son ellos mismos quienes salen perdiendo. Una empresa española tampoco contrataría a un catalán/vasco/gallego insistente con su lengua. Saldrían perdiendo, salvo en empresas en donde permitan dichas lenguas. Lo mismo pasa con la LSE en empresas relacionadas en los sordos como en la Federación, la CNSE, etcétera… Ah, no, la FIAPAS ni en sueños. Tengo ganas - no me gusta insultar porque no tiene fundamento y es una estupidez - de subir al estrado y decirle lo que dijo mi profesor de Introducción a las Ciencias Sociales: “Desayuna bien, por favor”.

Otro punto. El Estado español ofrece ayudas como la famosa pensión de discapacidad, para la que se necesita, mínimo, un grado de 65%. Era un “boom”, aprovechado por varios sordos, entre ellos los de mis amistades y sus amigos. Muchos de ellos, quienes tienen un grado que oscila entre 40% y 60%, fueron a hacerse la prueba de evaluación de discapacidad con la intención de subir el grado y así cobrar la pensión. En parte, es positiva esta ayuda ya que no muchos están en buena situación económica. Lo que no es ético, al menos para mí, es hacerse el tonto para que te suban el grado y cobrar una pequeñez que se fundiría en pocas semanas, mientras hay personas que agradecen mucho más "esta miseria". Tengo un amigo mío sordo, oralista. No le gusta la LSE ni nada relacionado con la comunidad sorda pero quiere beneficiarse de la pensión. No tienes ni idea de las ganas que tuve de destrozarle, pero me reprimo. Le pregunté si tiene algún problema con la familia o en lo económico. Me dijo que para nada, solo para sacar unas pelas para gastar en los findes y todo esto.

-“Jajaja, venga hombre, en serio.” - dije
“Que sí, ¿por qué no?”
-“¿Pero en qué te basas? Sabes que hay muchos que lo merecen.”
“Ya, pero da igual, ¿Y tú por qué no te haces la prueba? además vienes de padres sordos, colará.”
-“Es posible, tengo un 46%, el de mis padres un 55% más o menos, que yo sepa.”
“Pues aprovecha.”  
-“Sabes que esto es ilegal…” - maticé

Después de varios días, volvimos a hablar y le pregunte qué tal le salió la prueba de evaluación de discapacidad. Me respondió que al final no la hizo. No me explicó el motivo ni pedí explicaciones, me alegró esto. Me da mucha rabia de que hayan aprovechados cuando hay gente que lo necesita mucho más que para gastarse en tonterías. ¿Discriminación positiva? Se llama así.

Vuelvo al tema de la señora. Aparte del autoaislamiento que se están produciendo cada vez más. Muchos, los oyentes, creen que los sordos somos mentalmente retrasados y no es cierto, el hecho de que escriba en indio, rígido, inflexible en la actitud, probablemente tengan razón. Sorprende bastante las exigencias que piden ellos, porque son privilegios, y los privilegios crean tensiones. Además la vida es dura y ya está.
Resulta irónico esto, los sordos llevan toda la vida intentando “derribar barreras”, pues ¡sorpresa! Acaban de levantar una barrera y no parece que estén dispuestos a derribarlos, esa barrera se llama “versatilidad”.

En varios aspectos de la vida, la versatilidad siempre es útil. Por ejemplo, en el ámbito deportivo, cada jugador tiene su posición pero puede adaptarse en otras que no son suyas, siendo esto positivo para el equipo. De igual forma para con las personas, una que sepa catalán por la zona que nació y creció tiene muchísimas posibilidades de saber también el castellano, idioma predominante en este país, le costará poco en aprender lenguas romances como la francesa, la italiana, la portuguesa. Esto se llama versatilidad. De igual forma debería pasar con los sordos: saber hablar con voz, da igual si no vocaliza bien; escribir de una forma correcta; comprender la lectura; y hablar en LSE. Con esto, no se pierde nada. Sé que es muy difícil pero nada es imposible.

Por último, me indigna la mentalidad que se está creando entre los sordos. Como decía al principio de este ensayo, “Antes justo y critico que sordo”. No puedo aceptar una mentira que contradice mi razón y mis principios. Sé que muchos están en mi contra pero me alegra mucho de ser fiel a mis principios y saber que una minoría está de mi parte. Pero no busco aprobación, aplausos, reconocimientos, apoyos, simplemente quiero expresar sobre lo ocurrido y manifestar mis críticas sobre el asunto. Me da miedo la fidelidad ciega que tiene la persona sorda en sus líderes sordos, que no sueltan más que chorradas. 
Quisiera continuar hablando sobre el papel de los ILSE pero carezco de información ¿No os parece raro esto?
Salí del edificio con un sentimiento inesperado: la impotencia.

Fdo. Manu, exaltado al escribir este artículo.

martes, 4 de enero de 2011

"Biografía Clint Eastwood" de Patrick McGilligan

Menuda sorpresa. Por mi cumple en el mes enero me regalaron este polémico libro. Como podéis suponer, es una biografía no autorizada o no oficial de la persona que trata su vida en el libro. Por lo tanto, no es oficial porque no lo reconoce pero esto no viene al tema. Es interesante leer dos biografías contradictorias, al menos, por ejemplo, uno que esté autorizado y la otra no, así el lector podrá percatarse los "eufemismos", los adjetivos y sobre todo, la forma de la narración. Esto afecta. Que yo sepa, existen dos biografías de este genio, una no es conocida y la otra es ésta. En mi opinión, no me ha sorprendido el libro ya que conozco bastante bien su vida privada pero esto no debería afectar en sus grandes dotes de cineasta.



Sobre el libro, por Oti R. Marchante:
Como tantos otros genios, Clint Eastwood se empezó a comportar como si fuera Clint Eastwood mucho antes de ser Clint Eastwood, y la biografía que ha escrito de él Patrick McGilligan está trufada de ejemplos, aunque quizá ninguno tan visual como cuando conoció a James Dean antes aún del principio de su carrera, por casualidad. El joven Eastwood había ido a ver a Lili Kardell a su apartamento de Villa Sands, y allí estaba James Dean repantigado en un sofá. Lili los presentó, y Dean no se levantó, sino que se limitó a inclinarse un poco hacia delante y alzó la mano lánguidamente al tiempo que decía “hola”. Clint, irritado, le agarró la mano y tras ponerlo en pie de un tiró, dijo: “Maldita sea, tío, levántate cuando hables conmigo”...

"Ja, ja, así se hace tronco", diría un buen conocedor de Clint Eastwood.  En fin, no puedo recomendar este libro ya que las biografías sobre personajes reales nunca son consideradas obras maestras porque es un relato simple de su vida y ya está. Lo que sí puedo decir es que, cuando termine de leer el libro, por muchas críticas y mala persona sea Eastwood, no me afectará porque su vida privada es su asunto, no el nuestro, yo siempre admiraré a Clint Eastwood por sus películas y por su vida pública. En la privada, es un asunto suyo, y esto no debería afectarnos.

Fdo. Manu, con ganas de terminar de leer el libro. 

Enlaces relacionados: 
Qué leer
Montaña Mágica sobre el libro 
Ktarsis sobre el libro 

domingo, 2 de enero de 2011

Cambio de registro

Feliz año nuevo a todos, que sea un año mejor que el pasado. Aprovecho el momento para anunciar el cambio de registro de mi blog, a partir de ahora ya no se llamará "Hartículos de Manu" por entrar en conflicto con "El Hartículo" de Risto Mejide, conocido publicista y crítico del reality Operación Triunfo. Por lo tanto, cambiaré el título de mi blog, cosa que me da pena, pues me gusta mucho pero, de todas maneras, seguiré llamando mis artículos con "hartículos", por supuesto.

El nuevo dominio del blog será "La mirada de Wittgenstein", filósofo austríaco, nacionalizado más adelante como británico. Me inspiró mucho su corriente filosófica, la filosofía lingüística y analítica sobre todo por el primero, también debo confesar de mi profunda admiración hacia su maestro inglés Bertrand Russell, también filósofo analítico, pacifista y socialista insobornable. 
Admire su mirada, es impresionante...

A partir de esta entrada, se llamará así. Por último, quiero recitar una frase de Ludwig Wittgenstein que será el lema de mi blog: “Los limites de mi lenguaje son los limites de mi mundo”.

Fdo. Manu, que espera empezar con buen pie en este año.

lunes, 6 de diciembre de 2010

Il buono, il brutto, il cattivo

¡Por fin lo tengo en mis manos! La película "Il buono, il brutto, il cattivo" está descatalogada en grandes almacenes, eso era muy jodido ya que forma parte del Olimpo del Cine. No obstante, el periódico, cosa que no quiero publicitarle, no es egoísmo pero, simplemente, no quiero y ya está, regalaba una película por cada sábado una película del western y tocaba "Il buono, il brutto, il cattivo". No me lo creí al verlo...

Era un sábado... un simple sábado... difícil de olvidar ese día porque la película invadía mi casa y mi pensamiento, lo único que quería hacer es reproducirla ipso facto y disfrutar del buen cine. Enorme Sergio Leone, magistral Ennio Morricone, desconocido y sorprendente EliWallach, joven y prometedor Clint Eastwood, frío y temible LeeVan Cleef. Un reparto de lujo.
Qué caratula más fea la derecha, y es la misma en mi DVD...


















¿Qué es lo que tiene esta película? Muchísimo. Además esta película, para Tarantino, es la mejor de la historia del cine. Se nota su influencia en sus películas. Yo no sabría describir lo magistral que es este filme pero muchos sí lo saben, a continuación pondré las mejores críticas votadas por los usuarios de FilmAffinity, red social sobre cine, dió un 8.2 la peli.
Mi película favorita de mi director favorito protagonizada por mi actor favorito. No puedo pedirle más. El mejor western jamás filmado. Obra maestra indudable. Y todo ello, no siendo más que lo que era el cine del genio italiano: una ensalada de tiros.

A esta película es muy difícil buscarle fallos. Es un compendio de virtudes que van desde la dirección, hasta la interpretación, pasando por la fotografía, y cómo no, la música. Todo ello pasando por la parte más elemental del cine de Leone: la ambición desmesurada por el dinero. Este es el epicentro de un guión genial: encontrar un tesoro cueste lo que cueste, sin importar a qué o a quién hay que matar.

Sus personajes son una especie de estereotipación de los clásicos protagonistas de los westerns, sólo que aquí la línea que separa a uno de otro nunca está clara. El bueno mata, el feo mata, y el malo mata. Como todo personaje leoniano, estos tres se guían por el instinto humano de supervivencia, o ellos o él. Quizás con respecto a sus otros westerns, observamos una diferencia con el personaje de Tuco. Mientras Sentencia y Rubio viven el presente, puesto que no tienen pasado ni futuro, conforme pasa la película, nos damos cuenta de que tiene unos demonios interiores que despierta su hermano, el monje Pablo Ramírez. Un pasado trágico que fue lo que le condujo a ser un pendenciero. Y realmente, el propio Tuco es quien se gana las simpatías del espectador por su carácter bufonesco: "Me gustan los tipos grandes como tu, por que hacen mucho más ruido cuando caen "

La película es también una ácida crítica a la guerra. Tanto unionistas como ocnfederados son presentados como vulgares maltratadores, y cabe destacar el papel de Sentencia, como soldado unionista. presentados siempre como los buenos, pero que aquí son meros maltratadores. Una escena particularmente bestial es cuando Tuco y Rubio van por el desierto y ven muchos cadáveres, y dice Rubio: " Cuanto muerto por nada ", dejando claro que para él lo único que importa es el dinero.

Algo que dice Tarantino acerca de esta película es que la escena del duelo es la mejor dirigida de toda la historia del cine, algo que comparto con él. Durante 3 minutos, únicamente vemos a 3 hombres mirándose, con nerviosismo, miedo o la más absoluta frialdad, todo con un montaje perfecto. Hasta que todo se resuelve con un mero disparo. La música de Morricone es genial durante toda la película, pero particularmente en el duelo final adquiere un ritmo casi hipnótico.

El mejor western jamás realizado, aunque sea odiado por lo más clasicistas.


El rubio (Clint Eastwood, ‘el bueno’), Tuco (Eli Wallach, ‘el feo’) y Sentencia (Lee Van Cleef, ‘el malo’) forman parte desde hace mucho tiempo de ese particular Olimpo del spaghetti-western en el que habitan, entre otros, por tipos tan duros como Harmonica, Frank, Cheyenne, Django o el Chuncho.

Leone los concibió personalmente y como si de ‘Saturno devorando a sus hijos’ se tratara, intentó sacrificarlos en los títulos de crédito de “Hasta que llegó su hora”. Por suerte o por desgracia, fracasó en su empeño.

En su lugar murieron Jack Elam, Woody Strode y Al Mulock. El bueno, el feo y el malo sobrevivieron y cuenta la leyenda que su espíritu perdurará eternamente en el desierto de Almería.

El gran Sergio clausuraba con esta obra maestra su trilogía del dólar antes de darle un sublime carpetazo al spaghetti con una peli, si cabe, aún mejor: “Hasta que llegó su hora”.

Nunca me cansaré de ver esta auténtica lección de cine. Porque lo tiene todo. Absolutamente todo.

El italiano nos coge de la pechera y nos hace morder el polvo desde el primer momento. Nos pone a prueba con esos dilatadísimos silencios. Con ese ritmo ceremonioso. Nos obliga a escuchar el tintineo de las espuelas, el ulular del viento del desierto, el áspero raspado de un fósforo. Y si nuestro corazón aún no palpita lo suficiente, si aún no nos sudan las palmas y no se nos eriza el vello de puro pánico ante el careto de Sentencia, ahí interviene Don Ennio. Morricone es un monstruo y su música nos hace levitar corroborando la tremenda importancia que tienen los códigos extracinematográficos, habitualmente ninguneados ante la poderosa hegemonía de la imagen.

Su banda sonora es tan genuina y magistral como esos primerísimos planos de rostros sudorosos y mal afeitado, como la inimitable liturgia de un duelo, como la violencia explícita que exuda cualquier partitura leoniana. Ni más, ni menos.

Tal vez los tres tenores de Leone no posean la complejidad y la riqueza psicológica de Harmonica, Frank o Cheyenne, pero muy pocas veces tendremos ocasión de ver juntos a tres auténticas aves rapaces del western, tres legendarios fantasmas capaces de mantener el espíritu del spaghetti hasta el fin de los días.

Sencillamente irrepetible.

Última entrega de la espléndida trilogía con que Leone dicen, reinventa el concepto del cine del oeste a mediados de los sesenta, y a la que debemos el nacimiento del soberbio trio de profesionales, (actor, director, compositor) que juntos primero y cada uno por su lado más tarde dejarían una imborrable huella en la historia de la cinematografía. Pese a las dos horas y media de duración al film no le sobra ni un solo fotograma. Todo el está salpicado de humor negro, (generalmente de la mano del magnífico Eli Wallach), miradas capaces de hablar por si solas, momentos de acción y comentarios ingeniosos; y aun así tiene tiempo suficiente para retratar el drama de una guerra de secesión, donde la miseria moral, se reparte a partes iguales entre yankees y sudistas. La cinta está llena de planos generales bellísimos, textura de época, estética detallista, y una fotografía de primer nivel; si a esto le sumamos la inmortal partitura de un Morricone en estado de gracia, vamos entendiendo el porqué un western tan distinto, aparece junto a los de monstruos como: Ford, Hawks, Mann, o el propio Eastwood. En contadas ocasiones se ha visto que una banda sonora haga crecer tanto a una película como en el caso que nos ocupa; el grado de complicidad y de conocimiento entre estos dos talentos (Leone, Morricone) desde que fueran compañeros de colegio, es la baza que más juega a favor de esa circunstancia. El tema principal ya es él solito sinónimo del Western por excelencia. La originalidad del arreglo final, mezclando el estribillo clásico con el graznido de los cuervos, (en clara alusión al carácter carroñero del trío de personajes principales), demuestra el nivel de matices al que es capaz de llegar el maestro romano. Aunque catalogado de western, el film trasciende sin embargo esa frontera; la proyección que Leone da a la historia, la convierten en uno de esos clásicos intemporales de notable influencia para nuevos creadores. Basta recordar la secuencia del duelo a la mexicana, obvio homenaje posterior de Tarantino a uno de los finales mejor filmados de la historia del celuloide.
Magnifico. Estas críticas son suficientes como para apreciar y valorar esta influyente, casi perfecto, original película. Pero voy a añadir lo que no han añadido las anteriores críticas: el tgran de la fotografía y el lugar de rodaje, en su mayoría se rodó en Almería y en alguno lugares de España, como en la escena final, se rodó en Burgos. Aquí y aquí os informará sobre los lugares que rodaron.

No tiene precio esta foto, un guardia civil con Van Cleef y Eastwood

Por último, escena final de la película. No miréis si no visteis antes la película.



Fdo. Manu, sin palabras al ver la película.

Biografía de Enrique VIII

Enrique VIII. Responsable del cisma anglicano. Retrato Henry VIII: La vida de este rey de Inglaterra, conocido, sobre todo, por haber tenido seis esposas y haberse erigido como cabeza de la iglesia anglicana, es el hilo argumental de la serie "Los Tudor", que se emite actualmente en TVE.
Enrique VIII nació el 28 de junio de 1491 en el Palacio de Placentia, en Greenwich, al sur de Londres. Fue el tercero de los seis hijos del rey Enrique VII de Inglaterra y de Isabel de York. Además de él, tres de sus hermanos sobrevivieron a la infancia: Arturo, príncipe de Gales, Margarita y María. Con tan sólo un año fue nombrado condestable de Dover y lord protector de los Cinco Puertos, a los 3, recibió el título de duque de York y a los 4, ya era gobernador de la frontera septentrional y caballero de la Orden de la Jarretera.

Fue el segundo rey de la dinastía Tudor fundada por su padre, Enrique VII, después de la victoria de la Guerra de las dos Rosas (1455-1485). El primogénito de los hermanos era Arturo, heredero al trono, que se casó con Catalina de Aragón, hija de los Reyes Católicos y tía del emperador Carlos I de España y V de Alemania, una boda pactada para crear una unión entre Inglaterra y España. En 1502, falleció tras contraer unas fiebres y Enrique, de 11 años, regordete, de mejillas rojizas, culto y muy sensible se convirtió en el heredero. Para asegurar de la continuación dinástica y perpetuar la alianza entre España e Inglaterra, le ofrecieron como esposa a la viuda de su hermano, que obtuvo una dispensa del papa Julio II que demostraba que aún era virgen. El futuro rey nada tenía que ver con el resto de monarcas europeos, ya que dominaba el latín, recitaba en verso, escribía poesía, le encantaban los torneos y disfrutaba a lo grande de las mascaradas.

A pesar de su gran sensibilidad para las artes, en cuanto subió al trono, demostró en más de una ocasión ser un hombre carente de escrúpulos. Finalmente, el 11 de junio de 1509, se casó con Catalina de Aragón y, nueve semanas después, la muerte de su padre, fue proclamado rey de Inglaterra en la abadía de Westminster. De los seis embarazos que tuvo Catalina, tan sólo sobrevivió uno de sus retoños, una niña llamada María, que nació en 1516.

El rey estaba preocupado por la sucesión al trono que, tras los abortos de Catalina o el fallecimiento a las pocas semanas de otros bebés varones, empezó a cortejar otras damas de la corte como María Bolena o Bessie Blount en busca de un heredero. Fruto de su relación con Bessie nació un niño llamado Henry Fitzroy (que significa hijo de rey), pero, desgraciadamente el pequeño murió a los 7 años. Consciente de que Catalina no podía darle el varón que ansiaba, quiso anular su matrimonio y contraer nuevas nupcias ya que se había encaprichado de Ana Bolena, hermana de su amante. Enrique VIII apeló al Vaticano alejando que la dispensa obtenida en su momento carecía de validez, puesto que Catalina había mantenido relaciones con su hermano fallecido Arturo. Pero el papa Clemente VII se negó a la anulación y Enrique protagonizó el cisma que significó la definitiva separación de la iglesia de Inglaterra de la de Roma.

De esta manera, el rey se convirtió en la cabeza de la iglesia anglicana, disolvió los monasterios y dejó de entrever el diezmo a Roma. Se casó con Ana Bolena en secreto y, el 7 de septiembre de 1533, nació su hija, Isabel, que sustituyó a su hermanastra María de la línea de sucesión al considera esta última hija ilegítima tras la anulación del matrimonio de sus padres. El rey estaba bastante enojado porque necesitaba un varón y, como Ana no se lo daba, se deshizo de su esposa acusándola de adulterio, por lo que fue sentenciada a muerte y decapitada el 19 de mayo de 1536.

Enrique VIII era un gran bailarín, disfrutaba tocando el laúd, tenía buena voz para el canto y le encantaba presumir ante las mujeres de su fuerza y musculatura. Cegado por el poder, se convirtió en un rey despótico que sembró el terror en toda la corte. De hecho, entre 1535 y 1543, acabó con la independencia del País de Gales, que anexionó a Inglaterra y se entronizó como rey de Irlanda.

Las seis esposas del rey
A pesar de su aspecto físico poco agraciado y cada vez más orondo, tuvo mucho éxito entre las mujeres. Tras cortejar a una doncella llamada Jane Seymour, se casó con ella tan sólo 11 días después de la ejecución de Ana, y, el 12 de octubre de 1537, su tercera esposa dio a luz al hijo tan deseado a quien bautizaron con el nombre de Eduardo VI. Tan sólo 12 días después del alumbramiento, Jane murió a causa de una fiebre puerperal y el rey se aferró más al poder. Aprobó severas leyes como la Buggery Act, que condenaba sodomitas a la horca, o la Witchcraft Act, según la cual las brujas se quemaban en la hoguera y a los mendigos se les cortaba una oreja o se les ahorcaba si reincidían.

A medida que pasaban los años, el carácter de Enrique se volvió más agrío, era una persona despótica que seguía engordando sin parar. Todo ello no pareció importante a su cuarta esposa, la protestante alemana Ana de Cléveris, a quién elegió tras haberla visto en un cuadro y con quien se casó a la semana de conocerla personalmente. Sin embargo, seis meses después de la boda llegó la anulación porque no se entendían y Ana, que no puso ningún impedimiento, salvó al vida y obtuvo el título de "hermana del rey", permitiéndose vivir en la ex residencia de la familia Bolena. En 1540 se casó pro quinta vez con Catalina Howard, una prima de ana Bolena que, durante sus dos años de matrimonio, flirteó con antiguos novios y nuevos pretendientes. Este hecho motivó que se anulara su boda y, al igual que su famsoa prima, fue decapitada en la torre de Londres de 1542.

Con 52 años, un gran sobrepreso (su cintura llegó a medir 137 cm), enfermó de sífilis, con secuelas de escorbuto y las piernas tan hinchadas que a duras penas podía caminar, Enrique aún tuvo fuerzas para casarse con Catalina de Parr. Como el rey estaba tan enfermo, Catalina tomó algunas decisiones transcendentales, entre ellas, que sus dos hijas se reconciliaran con su padre, llegando a estar en la línea de sucesión por detrás del príncipe Eduardo. Finalmente, el 28 de enero de 1547, el rey falleció a causa de la sífilis y fue enterrado en la capilla de San Jorge del castillo de Windsor, al lado de Jane Seymour, a quien él mismo consideraba "mi verdadera esposa". Los tres hijos de Enrique VIII reinaron en Inglaterra, Eduardo VI (1547-1553), María I (1553-1558) e Isabel I (1558-1603). La vida de los Tudor se puede ver en TVE en la serie homónima protagonizada por Jonathan Rhys-Meyers.

Imagen de la serie "The Tudors"

Fdo. Manu, con ganas de ver las siguientes temporadas de "The Tudors".